Siendo empresario del teatro madrileño de Los Caños del Peral, Domingo Rossi, llegaban a oídos del rey Carlos IV ciertos comentarios acerca de las crecidas pérdidas que ha tenido la empresa... Y con el objeto de que subsista, si es posible, la decorosa diversión de la ópera....resolvió su majestad autorizar que se aumente una tercera parte el precio de la entrada en las dos primeras noches de cada ópera nueva. Y en las dos primeras noches de cada baile heroico también nuevo. Y en la primera noche en que se ejecute por primera vez baile de medio carácter......El empresario, atento al beneficio que le reportaba el pago por adelantado de los abonos y con la intención de fidelizar a la clientela, decidió aplicar el incremento solamente a las entradas eventuales que se despacharan en taquilla. De tal forma que en las noches de estreno señaladas una localidad en primera o segunda fila pasaba de 65 reales a 86; un asiento de luneta de 12 a 16 reales y uno de galería de 16 a 21. Incluso una entrada para estar de pie en el patio, que costaba 4 reales, incrementaba su precio en 1 real pasando a valer 5.
Así rezaba el aviso al público que se publicó con motivo de la apertura de la temporada de óperas 1795-1796 en el coliseo de Los Caños del Peral. El primer domingo después de la Pascua de Resurrección se estrenaba la primera de las cien óperas que se representaban cada temporada. Con antelación se sacaban los abonos a la venta , teniendo preferencia, en caso de que la demanda superara la oferta, las personas que habían estado abonadas anteriormente. Lo que no se permitía era la cesión a terceros de una localidad de antiguos abonados.
En 1798 el teatro se preparaba para una representación excelsa. Mr Gardel, el joven (Pierre-Gabriel), primer compositor de bailes del Gran Teatro de la Opera de París, era el autor del baile pantomima Psyché, compuesto en 1790. Alejo Huard (primer bailarín) adaptó la obra para ser representada en el teatro de la villa de Madrid el 25 de agosto de ese año. El motivo de tan extraordinario evento era nada más y nada menos que la celebración del 47 cumpleaños de la reina María Luisa de Parma que, dicho sea de paso, por aquél entonces iba camino de su último embarazo, el número 24.
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