A finales de septiembre del año 1895, el Ayudante de Marina y Capitán del Puerto de Matanzas, en Cuba, al hacer un reconocimiento rutinario observó una gran mortandad de peces en los viveros propiedad de Domingo Sardiña. Puso el caso en conocimiento de sus superiores y enseguida se concluyó que la causa del siniestro había sido  un líquido, probablemente residuo de fabricación de azúcar o de aguardiente, vertido en el río San Juan y arrastrado por su corriente  a esta  bahía.

La novedad del asunto confundió a las autoridades, que se fueron pasando la bola unas a otras sin saber muy bien cómo actuar. De la Ayudantía de Marina pasó el expediente al Comandante General del Apostadero de La Habana, al Centro Consultivo, a la Junta Central de Pesca.... llegando, incluso,  a manos de Maria Cristina de Habsburgo (madre de Alfonso XIII y Reina Regente) que emitió una Real Orden para que el Gobernador General de la isla de Cuba estudie y proponga al Ministerio de Ultramar la forma de evitar abusos de la índole del que se denuncia,  ya que ponían en riesgo la gran industria de la pesca.

 Se hacía necesario   cubrir el vacío legal, que impedía  prohibir los vertidos  y castigar a los infractores. La Ley de Puertos no contemplaba un caso así, de tal manera que  este acontecimiento supuso un revulsivo para legislar sobre ello ..... adoptando una medida que limite o modifique esa amplia libertad de arrojar a los ríos residuos de fabricaciones......

Este caso hubo de ser sobreseído por el motivo que acabo de apuntar. No llegó a saberse de dónde procedía la sustancia que originó la mortandad masiva de peces, no solamente en los depósitos del señor Sardiña, sino en la fauna acuática  libre de la bahía de Matanzas. Llámese mosto o cachaza o miel de purga, el líquido en cuestión...arrojado al río trajo a las aguas de la bahía gérmenes de muerte....

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