Siendo gobernador y capitán general de las Islas Filipinas D. Simón de Anda y Salazar, allá por el año 1769 tuvo a bien informar al rey Carlos III de las extraordinarias propiedades tintóreas de una especie de bellotas, llamadas bongas, muy comunes en aquellas islas, que los chinos utilizaban para dar lustre y permanencia a los colores de las sedas...., sin que jamás se les haya podido penetrar el secreto.
En septiembre del mismo año, tras hacer algunas pruebas con las muestras traídas de Manila, comparecía ante los señores diputados de esta Corte, Cristóbal Sedeño, reputado tintorero de Madrid. Al ser preguntado por el resultado respondió que el color que proporcionaban las bellotas es un color de ante subido, pero acompañado de otros simples se puede hacer variedad de colores (carmesí, morado carmesí, plateado, verdoso y un color plomado).... Es mejor que la agalla de Alepo y que el dividivi porque da mucho más cuerpo a la tintura y más consistencia al género que se tiñe.....
Inmediatamente se ordenó al inspector y director de las fábricas de seda de Valencia, Juan Bautista Philipot? que se iniciaran los experimentos oportunos encaminados a descubrir la verdadera virtud de las mencionadas bellotas. En julio de 1770 recibió el inspector una partida de bellotas para ello , pero no consiguió resultados satisfactorios asegurando no haber podido conseguir los colores que Sedeño había referido. No obstante, hizo reducir algunas bellotas a polvo y lo guardó en un frasco con orines. La mezcla se transformó en una especie de aceite que se conservó durante más de cuatro años sin corromperse. Sin embargo, estimaba el inspector que no convenía utilizar una mezcla guardada durante tanto tiempo por si acaso la disipación de los específicos? volátiles de los orines destruyen en breve tiempo el brillo y permanencia de los colores....
La investigación de la nueva técnica tintórea fue condenada a dormir el sueño de los justos durante una década. Pero Carlos III ordenaba en 1780 retomar los ensayos porque, aunque no produjeron entonces el efecto deseado, han dado margen para discurrir que si se emprenden nuevos experimentos con ciertas precauciones, podrá quizás seguirse un feliz éxito.
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