Diego Fajardo, gobernador de Filipinas, enviaba a Felipe IV en 1644  un informe donde detallaba  los escándalos protagonizados por  algunos religiosos agustinos  en Manila.

Al parecer, nada más acceder  al cargo de Provincial de la orden fray Diego de Ordás, debió  de dar libertad  de conciencia a sus religiosos para que desenfrenadamente viviesen y procediesen. Muchos de ellos, los más jóvenes...,  adoptaron enseguida tal doctrina  y se dedicaron a hacer tratos y contratos con los indios naturales y con algunos portugueses. Además de ser negocios ilícitos y prohibidos a las comunidades religiosas, las condiciones  eran tan abusivas  que llegaron a producirse revueltas vecinales  por la imposibilidad de hacer frente a los pagos a los que estaban obligados.

Además, muchos de los religiosos vivían amancebados, fabricando casas costosas a sus amigas, con quienes vivían con toda libertad y tenían hijos..., a pesar de que por su particular instituto y obligación debieran ser de todo ejemplo, por estar a su cuidado la enseñanza de nuestra Santa Fe  en esas islas.

El gobernador trataba de  atajar esas conductas por la vía más fácil: deteniendo a las mujeres seglares..., ingresando a algunas  en el colegio de Santa Potenciana,....  procurando se corrijan y enmienden;  y castigando a otras  con severidad para que a ellas sirva de castigo y a las demás de ejemplo....

Entretanto fray Diego de Ordás maquinaba para que le sucediera en el provincialato fray Alonso Quijano. A juicio de Fajardo era este un religiosos de tan mala vida de tratos y contratos como de amancebamientos públicos; y uno en particular con una mujer casada...,de tal manera que en una ocasión en que la pareja  fue sorprendida pecando, el susodicho se echó en paños menores en un rio a nado, a vista de muchísimas personas, y ella por otra parte. Lejos de enmendarse, ha sido mayor la comunicación con la dicha mujer..., que la llevaba a huertas donde la asistía los días y noches que quería....Para acabar con el escándalo no quedó otro remedio que desterrar al fraile y enviarlo a otra provincia.

Aunque el gobernador forzó en 1650 el nombramiento como Provincial  de fray Jerónimo de Medrano, un agustino recatado y de vida ordenada,  en 1656 se eligió  con paz y quietud al díscolo fray Alonso Quijano, quien, al parecer, no era tan fiero como Fajardo lo había pintado sino sujeto de capacidad y prudencia..... Previamente había enviado  10.000 pesos (que tomó prestados) a la corte española allanando el camino para ser agraciado con alguna prebenda especial (por ejemplo  un obispado en aquellas islas). De todas formas, en ese momento el gobernador Fajardo había sido sustituido por Sabiniano Manrique de Lara, de talante  conciliador y permisivo;  y de proceder no tan celoso  como  su antecesor.



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