HOSPITAL GENERAL DE MADRID. Séptima parte:
En los desayunos se servían caldos perfectamente buenos a quienes tenían prescrita dieta líquida. Para quienes tomaban lo que hoy correspondería a una dieta blanda, se añadían al caldo dos onzas de pan (algo menos de 60 gr.) en sopa. A los demás se les daba también dos onzas de pan, que podían acompañar con una onza de chocolate o con dos onzas de pasas o con un huevo frito con manteca. Existía también la posibilidad de desayunar una tostada que consistía en onza y media de pan, tres onzas de vino tinto y la cuarta parte de una onza (unos 7 gr.) de azúcar.
Como hemos visto en artículos anteriores, además del pan y del vino, el menú diario tenía su ración de carne. La que mas se consumía era la de carnero. Cada ración de seis onzas se cocinaba asada en manteca o cocida. También se elaboraban albóndigas (cuatro onzas de carne, dos onzas de pan y un huevo), gigote ( las mismas cuatro onzas de carne picada y guisada posteriormente); las manos del animal se repartían a dos por cabeza. Si se servía gallina asada o cocida, a cada comensal le correspondía la quinta parte del ave. Los menudillos se reservaban para elaborar otros platos, a razón de cuatro onzas por persona.
Cuando se prescribía arroz, sémola o fideos, se daban dos onzas.
En una olla de aumento con capacidad para 80 raciones, se cocinaban las referidas 80 raciones de carne más 16 libras de tocino magro, 12 libras de garbanzos, 12 cuartillos de sal y media onza de azafrán.
Hay enfermos que debían tomar vino generoso, otros, en cambio, no debían probar ni éste ni el común, en ese caso se sustituía por leche, por la mañana y tarde.
Los panes que se fabricaban eran de dos libras o 32 onzas. El vino se adquiría por arrobas, cada una equivalía a 25 libras o 48 cuartillos. Los bizcochos son de soletilla y entran 50 en libra.
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