ESCÁNDALO EN FILIPINAS:

Siendo gobernador y capitán general  de Filipinas  D. Simón de Anda, en  1774 cuatro religiosos agustinos pretendieron y consiguieron (saltándose las reglas y con la connivencia del gobernador) la colación o beneficio de cuatro pueblos de la provincia de Iloílo. Este hecho enfadó sobremanera a  los demás frailes de la orden, que protestaron enviando a los nuevos colados cartas y papelones  difamatorios junto con  un cesto que contenía un gran bonete formado de cuatro astas de búfalo o carabao, ligadas con arte,  y forrado el bonete con lienzo negro.

Al parecer era el Padre Montenegro el autor de las cartas que tanto escándalo causaron al sr Anda y a su círculo de protegidos. La comunidad agustiniana, a través del fraile portavoz, mostraba muy a las claras su enojo porque cuatro de sus compañeros, mediante componendas ilícitas, pasaban a gozar de privilegios  y dejaban de vivir bajo la regla a la que pertenecían. En definitiva, ya no eran frailes sino curas.

Estos nuevos colados no han sido presentados por el Provincial, sino por sí solos..., luego...son intrusos...., ladrones del Evangelio...; Es nula la admisión que estos frailes hicieron de los curatos...Fariseos hipócritas con capa de obediencia al Papa y al rey.... Acusaba el fraile a sus antiguos compañeros  de adoptar la injuriosa e impía doctrina  que dispensaba de la vida claustral  (obediencia y castidad) a los frailes que se alistaban para  las misiones.....Vivirán a toda libertad, que este el fin por que se cuelan pero en la mayor gloria de sus fiestas les ocurrirá a estos monigotes el pensar en qué pararán....Estos apóstatas quisieran, si pudieran, con sus fusiles y bayonetas, demoler toda la máquina hermosa de la religión agustiniana...Y aún creo que alguno ha de derribar del altar al mismo padre San Agustín....

El gobernador, cómplice de los nuevos curas, perdió popularidad y estimación entre los religiosos y también entre los naturales. No consiguió encauzar la situación viéndose obligado a escribir al rey en enero de 1775 en busca de apoyo, ya que ni siquiera la Fiscalía respondió como él esperaba. Cansado e incapaz de gestionar la situación, a finales de 1775 solicitó al rey que le admitiese la dimisión. En agosto del año siguiente Carlos III ordenaba que regresara a España a servir su plaza en  el Consejo y Cámara de Castilla. Pero no tuvo ocasión porque  falleció en octubre de 1776 en Manila.


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