Durante la segunda mitad del siglo XVIII, con cierta asiduidad,  las autoridades militares españolas en América solicitaban a la Corona refuerzos, tanto humanos como materiales, con el fin de consolidar plazas o reconquistar alguna otra que les había sido usurpada por otras fuerzas europeas.

Los almacenes de armas para la Marina estaban en Sevilla, donde se cargaba una tartana con el material para conducirlo al puerto de Cadiz, desde donde se ponía rumbo a Las Indias.

5000 hombres, 1000 pistolas, 793 espadas de Dragones, 1000 brazas de cordel de corredera, 40 quintales de clavazón y 6610 fusiles (de los cuáles sólo había 3031 en el almacén, los demás hubo que recogerlos en los pueblos en los que se habían  repartido con anterioridad para la defensa)  componían el envío que con fecha 16 de febrero de 1798 se había solicitado, entre otros motivos, para tratar de reconquistar la isla de Trinidad. 

A tal fin,  ningún General sería más a propósito para mandar esta escuadra que D. Federico Gravina porque es activo, celoso y afortunado  .D. Francisco Solano, Mariscal de Campo, joven y amante de gloria, sería excelente para el mando de la tropa.

 Entre hombres y material se podían  armar cinco o seis navíos, con lo cuál, las fuerzas marítimas españolas en Europa quedaban cercenadas durante algún tiempo (unos cinco meses auguraban los expertos que duraría la operación).

Por eso, el Capitán General de Marina de Montevideo, aconsejaba de esta guisa al Príncipe de la Paz:
....el armar otros seis navíos en reemplazo de los que se empleen en la expedición, no depende sino de tener dinero, pues hay buques prontos y la marinería que falta, la habría también en habiendo dinero con qué pagarla. Traigámoslo, pues, de Veracruz  donde lo hay y salgamos de los grandes apuros...

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