En medio de la celebración de un festejo taurino, un perro que se soltó de su dueño, se dirigió corriendo a ladrar a uno de los astados que, con natural instinto de defensa, respondió embistiendo al can.

 D. Juan Francisco de Lujan, a la sazón Corregidor de Madrid y gran aficionado a las fiestas de toros, se encontraba entre los espectadores que asistían al evento. Era el día 2 de septiembre de 1766.
Tal ira provocó este incidente en el referido Corregidor que, de inmediato, ordenó ahorcar al perro ante la estupefacción de la  concurrencia. 

No es de extrañar que fuera mayúsculo el rechazo general del pueblo de Madrid a tan errónea decisión.  Sonetos y décimas anónimas circularon por la villa haciendo gala del ingenio de sus autores  y mostrando  la crítica más mordaz a la decisión del Alcalde.

He aquí un ejemplo:
Ante v. merced los perros todos
que en Derecho haya lugar
se llegan a querellar
de un juez tonto hasta los codos:
mandó ahorcar con malos modos
a un perro; grave furor,
maldad, simpleza y error
sin Derecho y contra Ley
por lo que piden al Rey
¡perros al Corregidor!.....

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