Una de las medidas que tomaba Carlos III  a los pocos años de acceder al solio real, fue reformar la indumentaria del paisanaje.  El objetivo era reducir el número de delitos de asesinato y robo perpetrados por aquellos que, parapetados tras un embozo y un sombrero que ocultaba su  fisonomía, escapaban a la acción de la Justicia.

A este respecto, el conde de Aranda redactaba una Orden el 9 de noviembre de 1766 con unas  instrucciones muy claras para el gremio de montereros  acerca de cómo habían de fabricar en adelante las monteras.
 Se confeccionaron tres ejemplares exactamente iguales con las medidas  reglamentarias . Una de las monteras la guardó Aranda, otra se entregó a los representantes del gremio para que la tomaran como modelo y la otra se colocó en la alacena del Acuerdo, ....selladas las tres con mis armas y dos sellos, uno en el casquete y otro en la caída.

Siendo consciente el conde de que prohibir de facto el uso de los sombreros gachos iba a suponer un gasto extraordinario  que podía desequilibrar la economía de las familias, dispuso que se siguieran usando las que en el día se llevan, que son muchas .....y diferentes....hasta que se rompan. Ahora bien, las monteras caladas a la murciana o granadina habrían de ser reformadas ..porque esta especie importa, desde luego, que desaparezca, además que son  muy pocas y solo pueden servir en el día de mal ejemplo y tentación para aumentarse. Será bueno que en esta diligencia procedan los ministros de justicia con la más posible cortesía llamando aparte al que llevase tal montera...para que evite su porte. Una vez prevenido, ...si reincidiese, se hará entonces culpable por su inconsideración  y la sala usará con él la corrección que mereciese su repugnancia.

Para el vestuario de los eclesiásticos también se dictaron normas distinguiendo a los ordenados in sacris de los que no lo estaban (clérigos de menores). Los primeros debían llevar, además de sotana o manteo,  el sombrero con las alas levantadas de los costados y con forro  de tafetán negro engomado. Los no ordenados vestirían también  hábitos largos  pero las alas del sombrero se levantarían a tres picos del mismo modo que los seglares.

El Obispo de Barcelona, José, escribía en agosto de 1770 a la autoridad competente solicitando una reforma de las normas relativas a la indumentaria clerical. No le parecía conveniente el uso de forros de seda en los sombreros por ser un invento secular de escasa modestia, además se trataba de  un tipo de confección poco práctica  y su precio no estaba al alcance de muchos de los sacerdotes.

 Por otra parte, tampoco creía acertado que se consintiera llevar vestidos largos a los estudiantes seculares y músicos, ni que los clérigos de menores hubieran de  utilizar el sombrero de tres picos como el personal civil porque, así las cosas,  podría darse el caso de que algunos de estos clérigos se tomaran la licencia de acomodarse a las modas de sombreros que cada día inventan los seculares faltando a la modestia propia de su estado. 
Y es que...en efecto, apenas se publicó la providencia de V.A...., algunos clérigos, los menos modestos, aquellos de quien decía el Santo Concilio de Trento que ponen un pie en la iglesia y otro en el siglo, no contentos con llevar el sombrero de tres picos, han añadido borlas que cuelgan de uno de ellos. Otros se han rizado el cabello y se han puesto polvos.  Otros han puesto botoncillos en la sotana a la (manera) francesa y algunos,  vueltas en los puños de la camisa.
Escribía el prelado con el sentimiento de no poder remediar que así los clérigos se secularicen con el pretexto de esta  providencia mal entendida.





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