Se cree que fue Carlos III el primer monarca que mandó construir una especie de parque zoológico, en el Buen Retiro, allá por los años 70 del siglo XVIII. Sin embargo, vista la información que ofrecen algunos manuscritos, estamos en condiciones de asegurar que fueron sus padres, Felipe V e Isabel de Farnesio, segunda esposa del monarca, quienes gustaban tanto de la contemplación de los animales exóticos procedentes de las Indias que ordenaron construir unas primeras instalaciones para albergarlos en los terrenos que rodeaban el palacio. Poco después, por motivos que no vienen al caso, el Buen Retiro pasaría de ser lugar de recreo real a convertirse en la residencia oficial del primer Borbón.
Ocurría ésto unas cuantas décadas antes de que Carlos III, desarrollara un proyecto de parque de fieras más completo y ambicioso.
El 4 de diciembre de 1731, la marquesa de Astorga, que hacía las veces de directora del complejo palaciego tras la muerte de su esposo, recibía un comunicado del marqués de la Compuesta advirtiéndole que, ..por orden de la reina, nuestra señora, se conduce desde Sevilla al sitio del Buen Retiro, un tigre......Y me manda el rey participarlo a v.e. para que se prevenga lo conveniente a fin de que se le reciba y cuide como a los demás de su especie....dando a entender que contaban ya con algún ejemplar más.
En 5 de septiembre del año siguiente un tal Antonio Verdugo, servidor real, enviaba un nuevo aviso a la referida marquesa (Ana Nicolasa de Guzmán Dávila Osorio) que rezaba: ......El rey ha resuelto se pongan en el sitio del Buen Retiro dos leones, dos tigres y un puercoespín......Y conviene que se pongan estas fieras en el paraje donde deben estar.
El coste del traslado de los cinco animales desde la ciudad de Sevilla hasta Madrid correría a cargo de la Real Hacienda, siendo Pedro Belez el encargado de realizar el transporte.
Volviendo al reinado de Carlos III, parece ser que su hijo y heredero Calos IV se interesaba sobremanera por todo lo relacionado con las Ciencias Naturales, de modo que su padre, tras fundar el Real Gabinete de Historia Natural (1776), redactó una ley para que todas las curiosidades pertenecientes a cualquiera de los tres reinos (animal, vegetal y mineral) que se encontrasen, se hicieran llegar a la sede de este museo donde el Príncipe de Asturias pasaba largas horas dedicado a la observación de las piezas expuestas.
Siendo gobernador de Filipinas D. Simón de Anda y Salazar, un magnate del comercio local le obsequió con una especialísima y graciosa elefanta que D.Simón quiso regalar al Rey. Pero falleció mientras tramitaba el envío y su sucesor en el cargo y, a la vez, acérrimo enemigo consideró que poner al animal en España supondría un dispendio innecesario para las arcas reales, con lo cuál el albacea de Anda hubo de hacerse cargo de la manutención y el cuidado de la elefanta, con cargo a los bienes de D. Simón, hasta que las autoridades consensuaran una decisión al respecto.
D. Tomás de Anda, oficial tercero de esta Secretaría de Indias, hijo del finado, enterado del asunto y considerando los impedimentos que se alegaban como una ofensa a la memoria de su padre, se puso en contacto con los asesores del Rey en España para tratar de acelerar la solución al problema . Por fin, la elefanta embarcaba en la fragata Astrea para iniciar el largo periplo hacia su nuevo destino. Carlos III asumía todos los costes del viaje y devolvía al albacea del señor Anda, los 1258 pesos fuertes que había gastado en el cuidado del animal, procedentes de la testamentaría del finado.
En la cantidad referida estaba incluído el coste de los salarios, alimentos, ropas y calzado de los tres mozos que acompañaron al animal desde Manila hasta Cádiz, así como el azúcar, vegetales y arroz que servían de alimento a la elefanta, las mantas para cubrirla, la paja o .... dos olla y un perol de cobre, grandes, para cocinar el arroz de la elefanta y de los mozos.
En enero de 1780 llegaba la expedición a Cádiz. Parece ser que era el tercer ejemplar de esta especie que pisaba nuestras costas.
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