D. Pedro Pimentel, Marqués de la Florida-Pimentel, gran amante de las Bellas Artes, encarga, allá por el último cuarto del siglo XVIII, la redacción de un curioso informe a D. Antonio Rodriguez de Hita, maestro de capilla del Monasterio de la Encarnación para analizar los gustos de los españoles en materia de música.
El autor hace una clara distinción entre la música de Iglesia y la de Teatro y vulgar. Dentro de esta última categoría, por supuesto, es preciso separar los gustos de los nobles y los plebeyos. Los primeros disfrutan con zarzuelas, tonadillas o música sinfónica, aunque.........en sonando la guitarra con el son que llaman fandango o para cantar algunas seguidillas manchegas (música nacional por excelencia), dejan todos de arrimar los violines, flautas y demás instrumentos, para oírla.....;
La gente de pueblo no quiere la música mas que en cuanto contribuye al baile,....ellos mismos son los inventores de la música y la poesía...A falta de otros instrumentos, se contentan con el acompañamiento de un pandero; las coplas amenizan el trabajo de la siega y la vendimia, el son es propicio para el baile, el enamoramiento, el cortejo y la boda.
Los aldeanos habían heredado, a juicio del autor, la costumbre de los griegos que llamaban cantar al ramo. Las mozas convidadas a una boda cantaban a los novios; el canto era individual, cada una de ellas obsequiaba a la pareja con aquella copla que había compuesto para la ocasión, mientras sostenía en sus manos un ramo verde.
Los aldeanos habían heredado, a juicio del autor, la costumbre de los griegos que llamaban cantar al ramo. Las mozas convidadas a una boda cantaban a los novios; el canto era individual, cada una de ellas obsequiaba a la pareja con aquella copla que había compuesto para la ocasión, mientras sostenía en sus manos un ramo verde.
Desconozco la razón por la cuál el informe se encargó con el fin de enviarlo a Londres. Así se hizo el primer día de febrero de 1777.
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